28 abr 2014

La Misión





Amanecer en Alto San Juan.
No dejé de pensar en La Misión durante la Semana Santa mientras me encontraba con el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) en la vereda de Alto San Juan (Magdalena Medio). Y es que uno siempre se pone a la altura de grandes historias aunque haga el más sencillo de los trabajos, y allá estaba yo, jugando con la chavalería de la zona al mismo tiempo que me veía cual moderno Rodrigo Mendoza (de Niro en la ficción). 

Volviendo a La Misión, la película narra la historia de unos padres jesuitas en la selva amazónica que tienen que enfrentarse a los esclavistas que ambicionan las tierras donde ellos han levantado una misión. La Misión es de ese tipo de películas que ya no se hacen, con personajes tan bien construidos que desearías haber estado allí, acompañándoles. La música de Ennio Morricone y los espectaculares paisajes amazónicos retratados por Chris Menges crean un ambiente que nos transporta a los tiempos en que el hombre recién se erguía sobre sus pies dando los primeros pasos sobre el aún virgen planeta tierra. 

No hace falta que diga que me encantó la primera vez que la vi, y las tantas otras que vinieron después.



Los salvajes indígenas... 

Evidentemente se trata de una historia ficticia creada para contar un momento de la historia, pero no debemos olvidar que hechos como los que cuenta ocurrieron de verdad (y desafortunadamente siguen ocurriendo) y seguramente con desenlaces no tan épicos. Tampoco debemos olvidar el ejemplo de entrega y compromiso de aquellos primeros misioneros (independientemente de que fueran cristianos), magistralmente interpretados en la ficción por Jeremy Irons y Robert de Niro, y que tienen su reflejo contemporáneo en las decenas de cooperantes (laicos y religiosos) del SJR (y de otras ongs) que se juegan la vida en las zonas más duras del planeta.

Hoy en día ya no quedan territorios inexplorados, y la lógica de la evangelización nada tiene que ver con la visión romántica que le confiere la ficción. Sin embargo el espíritu misionero de aquellos jesuitas pioneros está muy presente en el SJR y es el mismo que le impulsa a llegar allí donde otros no lo hacen. El mismo que cada año le lleva a organizar “misiones” como las de Semana Santa, sin la épica pero con todo el compromiso. Ese espíritu es el que le pone la mayúscula a la J del SJR allí donde está.

Y aquí estoy yo, católico no practicante, escéptico de todo lo que la Biblia cuenta y poco amigo de la Iglesia como institución, recién llegado de las misiones de Semana Santa, cansado de caminar entre piedras y barro, lleno de satisfacción y lleno de picaduras, pero sobre todo lleno de ese espíritu que es capaz de reconciliarte con la humanidad.


Paisaje desde Cerro Azul.


Nota del 1 de mayo de 2014 a las 12:30: acabo de ver de nuevo La Misión.